Habitamos una era digital en la que las personalidades influyentes, o «influencers», han dominado las plataformas de las redes sociales durante años. Sin embargo, ha surgido una nueva corriente que desafía y revoluciona esta dinámica: los «desinfluencers».
La irrupción de estos actores en el escenario de las redes sociales ha causado un notable revuelo, dado que su enfoque es diametralmente opuesto a lo que hemos visto tradicionalmente. En lugar de impulsar a sus seguidores a la adquisición de productos costosos y tendencias de lujo, los desinfluencers promueven el anticonsumismo y la reflexión crítica sobre las necesidades reales de cada uno.
Estos nuevos protagonistas se rebelan contra la promoción del materialismo, cuestionando la necesidad de adquirir productos de alto costo, y promueven la sostenibilidad y la consciencia sobre el impacto de nuestros hábitos de consumo. En un momento en el que la economía global afronta desafíos como la inflación, los desinfluencers se han convertido en voces resonantes que instan a los consumidores a evaluar si realmente necesitan el último artículo de moda o gadget tecnológico que se promociona en las redes.
La creciente popularidad de los desinfluencers es innegable. TikTok, la plataforma de videos cortos, ha visto un notable aumento en las visualizaciones relacionadas con la tendencia de «desinfluencia». La plataforma registró más de 582 millones de visualizaciones en tan solo 12 meses con el hashtag #desinfluencing.
La esencia de la desinfluencia radica en la disuasión de la compra de productos que los desinfluencers consideran innecesarios, ineficientes o simplemente sobrevalorados. Este enfoque invierte la lógica habitual del influencer, cuyo mensaje a menudo se reduce a «compra esto». En cambio, el desinfluencer advierte: «no compres esto». Esta disuasión del consumo excesivo refleja una creciente tendencia hacia un estilo de vida más minimalista y consciente.
Sin embargo, esta nueva corriente no está exenta de críticas. Algunos argumentan que algunos desinfluencers pueden estar promoviendo su propia agenda de productos, o incluso recibir dinero de marcas rivales para desacreditar ciertos productos. Aun así, hay quienes consideran que los desinfluencers aportan un equilibrio necesario al consumo excesivo promovido por las redes sociales y pueden infundir más confianza en sus seguidores porque su consejo suena más honesto y realista.
Además de proporcionar una contraparte al influencer, los desinfluencers pueden desempeñar un papel crucial en la promoción de la transparencia y la responsabilidad de las marcas, sobre todo en temas de inclusión y representación.